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La vida es cambio constante, pero en mi historia, hubo una presencia que nunca falló: mi madre. Un homenaje a su resiliencia, mi mayor lección.
Vi a alguien que amo ser consumido por una adicción. Intenté entenderlo, pero aprendí la lección más dura: no puedes salvar a quien no quiere ser salvado.
Encontré una “familia elegida” en un grupo de meditación. A través del sonido, la vibración y la confianza, sanamos y compartimos en un encuentro causal.
Una perrita adoptada llegó a mi vida por intuición, convirtiéndose en una maestra que me ancla en el presente, me llena de movimiento y gratitud.
Mi jardín me enseñó que somos como las plantas: las sequías son pasajeras. En cada crisis hay un aprendizaje para resurgir y florecer con más fuerza.
El universo me habla con señales que a menudo ignoro. Este artículo explora cómo sintonizar mi vibración para ver, entender y encontrar las respuestas que siempre están ahí.