La alquimia de la sanación

El cuerpo es un mapa de nuestra historia, un mensajero increíblemente sabio. A través de él nos damos cuenta de que algo no está bien, de que hay un nudo que necesita ser desatado. Y no me refiero a buscar una solución médica inmediata, sino a escuchar más profundo. Cualquier condición física, malestar o dolor que se presenta, a menudo tiene su raíz en un momento lejano, en una razón psico-emocional no resuelta. Es allí donde debemos poner nuestra atención.

El Eco de las heridas ocultas

Una huella de abandono en la infancia, un rechazo, una injusticia, la inseguridad, el miedo al compromiso o la dependencia emocional. Estas son las heridas originales que, aunque muchas veces bloqueamos inconscientemente, no desaparecen. Se quedan latentes y, con el tiempo, detonan emociones, sensaciones y dolores físicos que terminan en enfermedades que para muchos “no tienen explicación”. Nuestro cuerpo simplemente está gritando lo que nuestra mente ha decidido callar.

la falsa salida y el verdadero hospital

Ante este malestar, muchas personas prefieren hacer caso omiso e irse por la salida fácil. Asumen que es “la cruz que les toca cargar”, sin ser conscientes de que la solución no se encuentra fuera —en una farmacia o en la consulta de un doctor—, sino en un hospital mucho más grande y con mejores beneficios: el propio ser visto desde adentro. La sanación real requiere un trabajo personal interno, una introspección valiente. Con esto, no quiero decir que los medicamentos no sirven, tampoco que es inútil acudir con un médico, a veces es complementario y sin duda de alguna manera ayuda.

La cura:

está en el hospital interno

el dolor antes de la calma

Este es un trabajo difícil y doloroso, porque se trata de abrir heridas y escarbar. En el momento en que encuentras esa situación en tu mente y la haces presente en tu sentir, el malestar físico puede manifestarse con más intensidad. Es como si, literalmente, estuvieras limpiando una herida profunda o una quemadura; el proceso de desinfección es la parte más dolorosa.

Pero es justo allí donde ocurre la magia. Cuando enfrentas esa situación de frente y la “limpias” desde adentro, ese pico de dolor que llegó a su tope comienza a bajar. Te das cuenta de que cualquier vista hacia atrás, por más dura que sea, tiene el poder de sanarte. Y si sanamos por dentro, nuestro cuerpo, por consecuencia, sana. Es un proceso alquímico puro: donde lo peor y más sucio de nosotros mismos se convierte en oro.


Este viaje no siempre se hace a solas. Hay herramientas y ceremonias que, en lo personal, me han ayudado inmensamente. La ayahuasca, por ejemplo, es una abuela sabia que, si uno está dispuesto y abierto, te guía y te orienta hasta el fondo de la herida. Con el tiempo y la práctica, uno se va haciendo más consciente, y esas ceremonias pueden dar paso a rituales de meditación, ya sean individuales o grupales. En ellos, es posible ver y analizar desde un nuevo lugar.



El mundo como un reflejo

Este trabajo interno te lleva a una comprensión final: la realidad que crees ver no es más que la representación de tus creencias personales. Si bien ocurren catástrofes en el mundo, también suceden cosas hermosas; ambas son parte de la dualidad que nos conforma. Nuestros demonios internos siempre están ahí, y creo que es necesario conocerlos para poder domarlos y convivir con ellos en paz.

Enter your email

Your form submitted successfully!

Sorry! Your form was not submitted properly, please check the errors above.