Encontrarme en mi Cuerpo

¿Alguna vez has sentido una pasión tan profunda que te cuesta ponerla en palabras? Sientes que te está cambiando por dentro, que te hace mejor, pero cuando intentas explicarla, las palabras se quedan cortas. Sientes que pocos a tu alrededor logran ver la dimensión de lo que estás viviendo. A mí me pasa eso con una práctica llamada “Ground”. Y este artículo no es tanto para explicar la técnica, sino para compartir lo que se siente cuando el movimiento consciente se convierte en un camino de autodescubrimiento y en tu lugar más seguro.

La Alegría de Habitar mi Propio Cuerpo

Durante mucho tiempo, vemos el cuerpo como una herramienta o un vehículo que nos transporta. Pero a través de esta práctica, he descubierto algo más: mi cuerpo es mi hogar. Cada día que soy más consciente de él, de cómo se mueve, de lo que puede hacer, siento una felicidad genuina y difícil de describir.

No hablo de logros para una competencia, sino de avances increíblemente significativos para mí. Una torsión que antes se sentía imposible, un estiramiento que hoy alcanzo con más facilidad, la sensación de fluidez donde antes había rigidez. Cada pequeño progreso es una conversación con mi cuerpo en la que, en lugar de forzarlo, aprendemos juntos. Es una alegría silenciosa, un redescubrimiento diario de mis propias capacidades.

El MOVIMIENTO
transforma la mente y la vida

Al principio, uno podría pensar que estos cambios son puramente físicos. Pero he llegado a entender que lo que sucede en el tapete o en el suelo no se queda ahí. Cada vez que mi cuerpo aprende a ser más flexible, siento que mi mente también se vuelve más abierta. Cada vez que supero una limitación física con paciencia, aprendo a enfrentar los retos mentales con más calma.

Me siento más hábil y eficiente, no solo al moverme, sino en mis actividades diarias. La conciencia que desarrollo sobre mi postura y mis movimientos se traduce en una mayor presencia en todo lo que hago. Estoy convencido de que estos cambios en la estructura interna de mi cuerpo se reflejan en mi estado de ánimo, en mi claridad mental y, seguramente, hasta en la forma en que me relaciono con los demás. Es una transformación integral que empieza desde adentro hacia afuera.

El Ancla Interior: Mi Única Certeza

Y quizás el regalo más grande de esta práctica es una profunda sensación de fortaleza interior. Me siento más capaz, pero sobre todo, más anclado en mí mismo. He llegado a una comprensión muy clara: lo que pasa afuera, en el mundo, con sus altibajos y su caos, simplemente pasará. Las circunstancias cambian, las personas vienen y van, pero lo único que realmente tengo, mi única certeza, soy yo mismo.

Esta práctica me ha enseñado a construir mi refugio por dentro. Ya no dependo tanto de la validación externa o de que las condiciones sean perfectas. Siento que nada me detiene, porque he descubierto que mi centro, mi fuerza y mi paz no están afuera, sino aquí, en la conexión consciente con mi propio ser a través de mi cuerpo. No es un sentimiento de soledad, sino de soberanía y autoconfianza.

Quizás la gente que me rodea no entienda completamente por qué dedico tiempo y energía al movimiento, no solo del cuerpo, sino tambien de mi mente. Y está bien. He aprendido que las transformaciones más importantes no necesitan ser aplaudidas ni comprendidas por todos. Su valor no está en la explicación, sino en la experiencia vivida. El ancla que he encontrado en mi cuerpo es mía, y me sostiene con una fuerza que las palabras apenas pueden describir. Y quizás, al final, de eso se trata: de encontrar esa práctica, sea cual sea, que nos haga sentir en casa dentro de nuestra propia piel.

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